lunes, 23 de abril de 2012

PREDECIR EL FUTURO CON UN PAR DE CARAMELOS

Cada vez son más las voces que clamamos demandando un cambio en el modelo educativo. Cada vez son más los profesores, psicólogos, pensadores, padres,…  que reclaman que la educación ofrezca soluciones eficaces frente a los nuevos retos que la sociedad actual plantea. Si el objetivo fundamental de la educación es preparar a sus alumnos para que puedan afrontar con éxito los retos que les deparará el futuro, si el mundo evoluciona y cambia a tal velocidad que apenas podemos intuir como serán las cosas pasado mañana,… ¿Qué conocimientos, qué capacidades debemos transmitir a los alumnos para que afronten ese incierto futuro con éxito? Nadie tiene la respuesta, pero algo si está claro, la educación necesita de manera urgente ir soltando el lastre de lo cognitivo, de lo enciclopédico e ir adentrándose en el terreno de lo afectivo, de lo emocional.
La educación hace tiempo que dejó de estar vinculada a una primera etapa de nuestras vidas y que acababa en el momento en que dábamos el paso al mundo laboral. La educación es absorbida por su hermana mayor, la formación, que supera la idea de que sólo se aprende entre las cuatro paredes de una clase, ante un libro o una pizarra. Aprendemos cada día algo nuevo, en cualquier situación, de cualquier persona, tan sólo necesitamos grandes dosis de curiosidad para andar por el mundo. El aprendizaje es algo intrínseco al ser humano, es algo que lo acompaña hasta el fin de sus días. Aparece con fuerza en los curriculums académicos una nueva competencia, una nueva necesidad, un nuevo objetivo: Aprender a aprender.
Recupero un interesante estudio realizado en el año 1960 por el psicólogo Walter Mischel y que se popularizo por ser unas de las referencias citadas en el best seller de Goleman “Inteligencia emocional”. El experimento mezclaba dos componentes altamente peligrosos: niños de 4-5 años y caramelos. El conocido “marshmallow experiment” o test de los malvaviscos, consistía en regalar  a los pequeños un caramelo que podían comer en cualquier momento. La parte tentadora de la prueba consistía en contarles que el examinador tenía que salir para atender unos asuntos, pero que si eran capaces de esperar unos minutos (alrededor de 15) a que regresara sin comerse el caramelo, les entregarían un segundo caramelo como premio. Acto seguido el examinador abandonaba la habitación dejando al niño solo frente a su tentación. ¿Cuánto tiempo sería capaz de esperar? ¿Cuánto autocontrol tendría el pequeño?
El estudio original de Mischel incorporaba un análisis longitudinal a través del cual se realizó un seguimiento a estos mismos niños 20 años después. El estudió concluyó que existían importantes correlaciones entre el tiempo que los niños habían “soportado” la tentación y el éxito académico y social que habían tenido posteriormente. El estudio concluye que aquellos niños que obtuvieron la recompensa del segundo caramelo han disfrutado de una vida más feliz y han obtenido más éxito y reconocimiento tanto en sus estudios como en otras facetas de su vida. El propio Mischel matiza que no se trata de atribuir relaciones de causalidad, pero su sencilla prueba muestra un gran potencial predictivo sobre el futuro de los niños.
Este estudio muestra como una variable emocional: la capacidad de autocontrol, la capacidad de postergar una recompensa, se convierte en un indicador de mayor fiabilidad para medir el rendimiento académico que cualquier prueba de inteligencia al uso. Las variables emocionales y afectivas influyen en gran medida en los resultados obtenidos por las personas, en mayor medida que las variables cognitivas.
El experimento de Mischel ha sido ampliamente repetido recientemente con la ventaja de que la experiencia era grabada, por lo que es fácil encontrar en la red varios videos que muestran las reacciones de los niños ante el famoso malvavisco. Es tremendamente curioso observar como algunos niños son capaces de ingeniar originales formulas distractoras para conseguir no caer en la tentación y obtener el premio. Dejo un video con una de estas experiencias para que comprobéis hasta que punto llega la imaginación de algunos niños.
El programa televisivo Redes también recogió este tema en su programa 35 “ser feliz es cuestión de voluntad”, en el que Punset entrevistaba a Walter Mischel sobre las conclusiones de su famoso experimento. Acompaño también el enlace al programa.

Una última reflexión: Si la sociedad es reflejo de las personas que la integran, ¿acaso no podríamos decir que la situación de crisis que sufrimos en la actualidad está provocada por un enorme "atracón de caramelos"? Nos mueve el corto plazo, la satisfacción inmediata de las necesidades, la avaricia, vivir intensamente el presente aún a riesgo de destruir el futuro. Extrapolando las conclusiones de Mischel estaba claro que comportandonos así, no podiamos esperar nada bueno.

FELIZ REFLEXIÓN !! 

2 comentarios:

  1. ¡Genial el post!
    Cuando conocí el experimento de Mischel en la Facultad me prometí a mi misma que esperaría siempre el segundo caramelo. Difícil! cuando todos a tu alrededor se los comen sin parar y te miran como tonta por esperar...
    Hoy en día, aún tengo que contenerme a veces para no darles demasiados "caramelos" a mis hijos, porque mi entorno me sigue mirando como una tonta..jaja..
    Espero que les compense el día de mañana...
    Gracias, Miguel, por hacerme reflexionar.

    Un saludo.

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    Respuestas
    1. ¿¿Acaso a esta desastrosa situación en la que nos encontramos no nos ha llevado un enorme atracón de caramelos???

      Todo el asunto de la corrupción y la especulación suena a niños ansiosos no solo por comerse su caramelo, sino por hacerse con toda la bolsa, por supuesto sin esperar el tiempo pactado para recibir la recompensa.

      En fin que antes de recibir el premio uno tiene que saber que tiene que hacer un pequeño esfuerzo, esto funciona así, por mucho que algunos quieran verlo al revés.

      Un abrazo Bea.

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