jueves, 26 de julio de 2012

EL DECALOGO DEL CAMINANTE

Estos días llevaba entre manos el último libro del exministro Manuel Pimentel “El decálogo del caminante”, al que llegue atraído por el título y las primeras páginas, y como no, por la admiración que me despierta su autor.

El libro es fiel reflejo de los tiempos, y nos sumerge en la historia de Stefan, un joven periodista cuyos proyectos, expectativas y sueños están empezando a marchitarse consecuencia de las dificultades propias de la crisis económica. Encadenado a un trabajo rutinario y aburrido, que se resiste a abandonar por el miedo a caer en el vacio de la inseguridad económica y personal, Stefan consume su tiempo atrapado en una vida que no le llena, pero que soporta. Finalmente son las circunstancias las que lo llevan al borde del precipicio y deciden por él. Stefan es despedido del trabajo y expulsado al desierto de la soledad, la incertidumbre y los miedos.

La falta de oportunidades, o mejor, la “percepción” de esa falta de oportunidades, alimenta nuestros miedos y nos mantiene atrincherados en nuestra zona de confort. Es increíble la capacidad de nuestra mente para formular miles de excusas dirigidas a mantenernos en la parálisis. Máxime en tiempos de crisis, ¿quién puede plantearse abandonar la seguridad de un empleo estable, para ir en pos de sus sueños?, ¿estamos locos o qué? Nuestro anhelo de seguridad, nuestro miedo visceral a los cambios, teje una red invisible que nos convierte en esclavos de nuestros miedos.

Stefan, el protagonista de la novela, recibe lo que Pilar Jericó denomina la llamada del trueno y se ve obligado a afrontar su particular travesía del desierto. Acuciado por sus miedos y, tentado de renunciar y buscar el refugio seguro del hogar materno, la coincidencia hace que Sara Elly se cruce en la vida de Stefan. Los maestros aparecen cuando el alumno está preparado. Sara Elly se convertirá en su acompañante, en la persona que le ayudará a buscar las respuestas en su interior, a mirar el mundo con otros ojos, a descubrir las oportunidades y los aprendizajes que se esconden detrás de cada contrariedad. Sara Elly se convierte en el coach que ayuda a Stefan (su coachee) a atreverse a explorar sus potencialidades (¿qué deseas? ¿cuáles son tus miedos? ¿qué puedes perder?).

Durante su primer encuentro Sara Elly le lanza a Stefan una pregunta transcendental ¿qué eres tú: zombi, turista o caminante?. La respuesta a esta pregunta obliga a definirse en función del sentido que queremos dar a nuestra vida, de cúal es nuestra esencia, de cuál nuestro sentido. La gran mayoría, le confiesa Sara Elly, carecen de un “para qué” claro, no tienen visión propia, son los zombis que pululan por la vida sin personalidad propia, movidos por las opiniones de la mayoría. Sara Elly le invita a convertirse en caminante, a coger las riendas de su vida y asumir la responsabilidad de sus decisiones.

Durante un tiempo Stefan recorre su propio camino enfrentándose a sus miedos, y comprueba, como no podía ser de otra manera, que el camino no es sencillo, y que son precisamente las dificultades con las que nos enfrentamos las que nos hacen crecer y avanzar.  La vida nos enfrenta a dificultades que tienen nuestro tamaño”, como dice un proverbio oriental.  Stefan recoge todos estos aprendizajes en una libreta a modo de decálogo, que van sintetizando sus diferentes  encuentros con Sara Elly, y que por supuesto, dan título al libro.

Me he sentido cómodo, y en muchos aspectos identificado, acompañando a Stefan en su camino, en sus reflexiones, en sus encuentros y desencuentros, en sus certezas y en sus dudas. Comparto plenamente su “filosofía del camino”, consejos que no reproduciré aquí obviamente, aunque algunas de estas ideas aparecen, de una u otra forma, en la barra lateral del blog donde colecciono  frases y pensamientos para el camino.

De todas formas los aprendizajes que encierra la novela no se pueden aprender tan sólo a través de la lectura, sino que, necesariamente, hay que descubrir y experimentar, hay que ensuciarse con el polvo del camino, para poder aprehenderlos en su totalidad.
¡FELIZ REFLEXIÓN!

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